NUNCA DUERMAS EN ESE CUARTO



     La casa parecía lejana al temporal que de seguro había anegado toda la región. Y eso era algo muy bueno. Dormir un par de horas; después de dos días de mudanza era lo único que deseaba, mucho más que un empleo mejor o una taza de café caliente con mucha crema. Dormir, solo quería dormir.
     La cama era amplia, de dos plazas y hasta con un dosel, esa especie de techo de las camas antiguas.
     No recordó si saltó sobre la cama para sentir la reacción de los resortes, como cuando era niño o si solo se acostó con todo y ropa dejándose vencer por el sueño. De repente despertó y se vio sentado en el piso del pasillo de la planta baja completamente a oscuras.
    Las persianas de los ventanales estaban cerradas, pero sin vidrios, el viento hacía ondular las cortinas fantasmales sin descanso. No importaba eso ahora.
     Por momentos, relámpagos cortos iluminaban los rincones y dibujaban las siluetas escuálidas de los árboles desnudos de afuera que parecían temblar de frío.
     Decenas de preguntas volvieron a su mente: ¿Por qué estaba allí? ¿Por que no había luz? ¿Y los vidrios de las ventanas? ¿Acaso el encargado de la agencia le había vendido una casa sin vidrios en las ventanas y él, con la rapidez de la mudanza no lo había notado?
     Imposible...
     "¡Qué hermosa vista tendré desde aquí!" había dicho al abrir una de las ventanas del oeste.
     "Esta casa tiene cosas muy hermosas..." - respondió el jardinero casi con orgullo - "Esas rejas se dice que son de la época de la Reina Victoria pero también tiene cosas tristes..."
     Había ventanas con vidrios cuando él llegó. ¿Dónde estaban ahora? ¿Sí había viento? ¿Por que no lo sentía él, las ráfagas en la cara?
     De pronto sintió miedo, un miedo terrible que le paralizaba las piernas y que se anidaba en su estómago y en su garganta. Había alguien más asechando en la oscuridad. No podía explicar cómo lo sabía, pero estaba seguro de ésa otra presencia.
      Rápido como el aire, sintió el peso de una mano en su garganta, cerrándose con una fuerza poderosa. El aire comenzaba a faltarle. Estiró los brazos para encontrar algo con que defenderse cualquier objeto.
     El corazón latía cada vez más rápido y fuerte.
     Moriría, había visto el Líbano de la guerra civil y había dormido en un hotel de Bogotá, la capital de los atentados en fecha de elecciones.
     Ni balas, ni francotiradores, ni bombardeos, habían podido con él y ahora en su cama nueva, iba a morir a manos de un vulgar delincuente que solo encontraría su billetera con solo 100 dólares. ¡Cien dólares! ¡Dios mío! ¡Qué tan poco valía su vida!
     Entonces despertó realmente. Todo parecía haber sido un sueño. Estaba en su cama antigua con todo y ropa, pero sentía un profundo dolor en su garganta como si hubiera estado siendo estrangulado en verdad.
     Miró todo a su alrededor y descubrió algo diferente en la pared oscura. Unos ojos que lo miraron fijamente y luego desaparecieron.
     ¿Qué era eso? Entonces recordó al jardinero y su hablar extraño, lleno de enigmas.
     "¿No quiere saber que cosas tristes guarda la casa?" le había preguntado el hombre mientras achicaba un poco sus ojos azules. Su cara apergaminada mostraba una extraña expresión.
     "No. No me asustan los cuentos de fantasmas, pero tampoco tengo que escucharlos"
     "Está bien. Pero por precaución, nunca duerma es ese cuarto. Era del dueño. Se encerró en el, para no pagar sus deudas. La policía y los de la justicia destruyeron la puerta semanas después, pero no pudieron hablarle nada... como si hubiera desaparecido".
     Caminó con dificultad hasta la otra habitación, la de huéspedes y se acostó lentamente, luego de cerrar y trabar bien la puerta. Sabía que no podría dormir, después de eso, a lo que no quería ponerle nombre, pero que había estado a punto de estrangularlo.
     Fantasmas o no, había pagado todos sus ahorros por la casa y nada lo espantaría tan fácilmente. Aprendería a dormir en el cuarto de huéspedes y a no dormir... en ese cuarto.


FIN



Basado en una historia real: en Inglaterra un matrimonio pagó 60 mil dólares por una hermosa casa en el campo, pero no pudieron vivir, ni dormir tranquilos en ellos. Algunas veces las cosas, solo "cosas" de repente por los aires y otras, "algo" estuvo a punto de estrangular a la señora de la casa.

Mañana... Si Dios así lo quiere... habrá otro relato...

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