BOSCATTO                                                    
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     Primero pensó que era su imaginación que estaba trabajando a toda máquina azuzada por los relámpagos, la oscuridad y el frío. Entonces volvió a escuchar el grito. Y no, no era su imaginación.
     Aceleró un poco el paso. De seguro eran niños saliendo a jugar en medio de la lluvia, pero ¿tenían necesidad de gritar? ¡Mocosos malditos!
     - ¡Boscattooo!
     Un relámpago estalló en el aire, iluminó su camino y proyectó sombras siniestras en la pared del Cementerio. Los brazos de los árboles parecían garras que se alzaban al cielo negro mostrando sus puños cerrados por la ira.
      - ¡Boscatooo! - se escuchó más cerca.
     Aceleró más el paso. Volvió a llover con más fuerza. Se escuchó un trueno como cien tambores presagiando una ejecución.
      Caminó con más velocidad. Se apoyó en la bicicleta para darse al menos la ilusión de ganar más terreno. Entonces escuchó unos ruidos extraños de chapoteo muy cerca de él. Eso lo paralizó. Y otra vez, dijeron su nombre.
     - Boscatto...
     Una mano poderosa se apoyó en su hombro. De seguro era la garra helada de un cadáver que había salido de su tumba solo para atraparlo. Fue un segundo quizás, tal vez dos, pero no más que eso. Emprendió la fuga a una velocidad increíble; un campeón olímpico no lo hubiera hecho mejor. A la carrera quiso subir a la bicicleta y casi lo logró de no ser por un problema de equilibrio que lo terminó haciendo caer. Tiró la bicicleta a un lado y siguió corriendo mientras aquel espectro, fantasma, aparecido o lo que fue seguí gritando su nombre.
     La tormenta descargó más de 100 milímetros sobre la ciudad y un par de rayos que cayeron afortunadamente en los pararrayos de los edificios más altos. En un momento casi indefinido, Boscatto detuvo su carrera y vio que nadie lo seguía. Pero debía seguir caminando ésta vez para llegar a su casa.
     - ¿Te mojaste mucho querido? - le preguntó su esposa al llegar.
     - Sí... llovía... llueve mucho.
     - ¿Y la bicicleta?
     - La... no... andaba la cadena. ¡Maldita cadena! Así que la dejé en la fábrica.
     - ¿En la fábrica? ¿Y cómo vas a ir a trabajar mañana? - preguntó la mujer mientras buscaba ropas secas en los estantes.
     - Me voy a ir... temprano... en el transporte público - dijo encogiéndose de hombros.
     - ¿Es mi imaginación o estás agitado? - le preguntó al ver como le temblaban las manos.
     - Tuve que caminar mucho... no me acordaba por donde pasaba el transporte...
     - Ah... - dijo la mujer sin dejar de mirarlo por unos minutos.
     El lunes el cementerio cerró y fue el día libre del cuidador que aprovechó para ir al bar y tomar unas copas y charlar algo con los amigos; su trabajo de cuidador lo estaba convirtiendo en un solitario.
     Boscatto, Jorge, también aprovechó para olvidar la terrible experiencia del cementerio que se presentaba cada noche desde entonces en forma de pesadillas; una mano le aferraba el hombro y lo volvía. Entonces se topaba con una silueta vestía con una túnica negra con capucha que blandía una guadaña.
     - ¡Boscatto!
     - Hola Juan...
     - El otro día te llamé para que pasaras y te tomaras un café caliente.
     - ¿Cuándo? - preguntó Boscatto recordando que era la primera vez que veía a su amigo en varias semanas.
     - ¡El otro día! ¡El día de la tormenta! Nada más que te fuiste corriendo... ahí tengo la bicicleta. Le cambié la cadena. La que tenía no servía más. Te ibas a quedar sin bicicleta en un lugar... peligroso. Tomemos un vino...
     Boscatto no dijo nada. Era descendiente de italianos, pero su piel blanca en sus mejillas ahora estaba roja... como un tomate...


FIN


     La historia es real. Boscatto es un apellido auténtico del protagonista. Murió hace muchos años de muerte natural... aparentemente sufría del corazón.


Mañana si Dios así lo quiere... otra historia...


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