La última ciudad                                          5.-

     - No importa, no llegue hasta aquí para volver con las manos vacías.
     - Dale gracias a los dioses entonces - dijo señalando los altares.
     - No hablo tu lengua...
     - Solo diles lo que sientes, con tu corazón, ellos entenderán.
     El australiano se arrodilló y habló:
     - Desde niño, he querido saber todo sobre el pasado. En la escuela vi una fotografía de la Pirámide del Sol y entonces decidí lo que quería hacer en la vida, saber cómo había sido construida, por que allí, todo. Si he hecho mal... les pido perdón. Les juraré que... no profanaré tumbas, no perturbaré el descanso de nadie.
     El golpe de un trueno lejano se escuchó. Entonces comenzó a llover con fuerza, torrencialmente. Las voces de la tormenta se apoderaron del silencio.
     - ¡Los dioses te han permitido conocer sus secretos! ¡No lo olvides! ¡Ve!
     - ¡Cuanto! - gritó el australiano.
     - ¡Solo ve!
     El australiano aferró su mochila y comenzó a caminar. Por momentos se hundía en el barro hasta cerca de la rodilla. Después de unos minutos llegó hasta otro claro. Estaba totalmente empapado, había perdido el sentido del tiempo y del lugar. Un rumor lejano se escuchaba entre los truenos. Miró a su alrededor y comprendió que el claro era en realidad una hondonada y ese rumor era algo que mortal que lo arrollaría como una topadora bulldozer sin darle tiempo a defenderse.
     Hundiéndose en el barro varias veces llegó hasta uno de los bordes.
     De un salto logró alcanzar un árbol y luego subió un poco más ayudándose con las ramas. Ocultada por el sonido de un trueno llegó la creciente que arrastraba ramas, barro y animales atrapados, abriéndose paso como una enloquecida y gigantesca serpiente oscura.

¿Qué hará nuestro protagonista ahora? Mañana si Dios así lo quiere... continuará...

Comentarios

Entradas populares de este blog

Regreso a mi blog