La última ciudad 3.-
- ¿Por qué busca la Última ciudad? - le preguntó escudriñando los ojos claros del australiano.
- Porque quiero saber cuál es la verdad, esos... 300 guerreros se llevaron quién sabe que secretos de la civilización maya, secretos que e han buscado por toda la selva y nos aclararían algunas cosas, por ejemplo que dicen los libros de códices que están aún sin descifrar.
- Yo puedo llevarlo a un lugar... no necesitará del helicóptero.
Arrojó la colilla con fuerza luego de estrellarla varias veces contra una de las columnas de la galería.
- ¿Dónde está... ese lugar?
- A medio camino antes de llegar a Tikal.
De Tikal habían salido los 300 guerreros de camino a la leyenda. La esperanza que había perdido mientras curaba al niño parecía iluminar de nuevo el final de su horizonte.
- Iremos, despertaré a los otros.
- Los otros no - dijo el indio - Solo usted y yo. Los dioses solo han abierto sus respuestas a usted, al australiano, a ellos todavía no.
- Comprendo, solo tardaré unos minutos.
En poco tiempo regresó con su mochila y su sombreo.
- Vamos.
Fantasmas de niebla se paseaban entre los árboles más altos. El grito poderoso de un pájaro quebraba la tranquilidad y el silencio y solo le respondía su propia voz rebotando en las colinas verdes y la inmensidad de la selva. Después de la quinta hora, el australiano se decidió a preguntar al indio que hería la selva con su machete abriendo el paso.
- ¿Cuánto... falta? A propósito, no sé tu nombre, sé el de tu hijo, pero el tuyo no.
El indio limpió su sudor con un humedecido pañuelo y luego asestó dos golpes con el machete a una enredadera.
- Los padre que me criaron en la Iglesia de la Antigua, me llamaron Isidro, como San Isidro Labrador, el patrón de los que trabajan el campo. Allí me encontraron, en una huerta de detrás de la Iglesia. Mi tío me buscó por años y me encontró finalmente y me dijo que mis padres me llamaron Yumbax, como el dios maya del maíz.
- Yumbax - dijo el asutraliano como saboreando la palabra - Yumbax ¿cuánto falta?
- Detrás de la colina, en un claro.
Cruzaron la colina y un bosque de grandes árboles los recibió. El aire parecía faltar por momentos, un silencio oscuro reinaba en el lugar poseído por las sombras. En algún momento se veía un pequeño rayo de luz que lograba abrirse paso con machete silencioso por entre las hojas. Luego desaparecía.
¿Qué lugar habrán descubierto? Mañana... si Dios así lo quiere, continuará...
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