El vengador de los pájaros 1.-
Él amaba a los pájaros, sus colores, su canto, la forma en que revoloteaban entre el níspero buscando amparo a la hora de la tarde.
A veces se quedaba en la sombra de alguno de los árboles del patio, tan quieto como una estatua por horas, hasta que un Siete Colores, o un Pechito Amarillo se posaba en una rama y trinaba aunque sea por solo unos segundos para luego volar hacia el infinito, porque presentía el más leve movimiento peligroso.
Su padre también amaba los pájaros, pero de manera diferente. Los amaba con sentido de propiedad. No le importaba verlos detrás de pequeñas o grandes jaulas, o callados por horas como meditando su encierro sin razón y su desarraigo.
Las jaulas eran ocho. Un Siete Colores, un canario, un cardenal, un Pechito Amarillo, una Reina Mora y una pareja de Zorzales mandioca, un Mixtito y dos loritas.
Estaban allí. En el patio, como un trofeo, un adorno.
Solo él parecía escucharlos llorar, a la hora de la tarde como añorando la libertad que otros tenían, solo él notaba su revoloteo dentro de la pequeña jaula, como esperando a alguien que los liberara.
Pero ese día no pudo más.
Era imposible mirar el cielo azul, la libertad de las golondrinas jugando entre las nubes, el verde de los árboles que parecía más verde aún que en otras primaveras y no sufrir por ese encierro a la que estaban condenados.
Todas las circunstancias lo permitían.
Mañana si Dios así lo quiere... continuará...
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