Hola a
todos.
Hoy es
un día muy especial. Nada menos que el Día Internacional del Trabajo.
¿Y el de
los escritores? Más allá del difícil por no decir, incierto terreno de
calificar al oficio de escribir como trabajo intelectual… está el hecho de que
cuando muchos de ellos no eran reconocidos o ni siquiera habían logrado
publicar dos líneas, debieron trabajar en diversos oficios para sobrevivir y
seguir gestando en su interior el sueño de publicar y hasta de vivir de la
literatura.
Jack
London, el genial escritor al que muchos lo
asocian con aventuras en las inhóspitas tierras de Alaska y del que escribí un
post hace unos días, llegó a decir que escribía artículos o cuentos solo para
agregar tres o cuatrocientos acres a su finca.
London fue marinero, ostrero, miembro de la patrulla policial
pesquera de California, trampero, buscador de oro y corresponsal de guerra en el
conflicto Ruso japonés.
Charles Bukowski debió realizar múltiples oficios, como aparcacoches, lavaplatos y por favor, no olvidemos sus casi 12 años que se desempeñó como cartero en la ciudad de los Ángeles.
El caso
que me sorprendió sobremanera fue el de Arthur Rimbaud, un poeta francés
que dejó de escribir a los 20 años y que fue soldado, empleado de una compañía
comercial y finalmente traficante de armas, profesión última, si se la puede
llamar así, con la que se enriqueció.
Herman Melville, el autor de Moby Dick fue maestro rural, marinero y hasta
inspector de aduanas.
Cervantes, el padre del Quijote, fue soldado, comisario de provisiones de la Armada Invencible y recaudador de impuestos.
Robert Dahl, el padre de Charlie y la fábrica de chocolates y la Matilda fue en un tiempo agente de inteligencia por los británicos, donde su misión era obtener información sensible de mujeres poderosas mediante… relaciones íntimas.
El padre
de Sandokán y el Corsario Negro, el capitán Emilio Carlo Giuseppe Maria
Salgari fue marino y después, escritor. Se cuenta que enfermó muy grave
luego de soportar un temporal en el mar y un médico le aconsejó que abandonara
el oficio. En su convalecencia empezó a leer a un gran escritor que empezaba a
ser famoso: Julio Verne y decidió ser como él…
Y no podía faltar Balzac, el enorme escritor de La comedia humana que tuvo la oportunidad de ser aprendiz en el despacho notarial de la familia pero lo abandonó por la rutina y la inhumanidad que veía a diario. Intentó ser editor, impresor, hombre de negocios, crítico y político y fracazó en todos sus empeños. Si pueden vean la serie que hizo Gerard de Pardieu donde lo retrata de una manera espectacular.
Y finalmente no podía faltar un libro que una vez cuando se publicó me llamó gratamente la atención: Trabajos forzados. Los otros oficios de los escritores de la escritora Daria Galanteria, publicado por la editorial Impedimenta, donde nos cuenta todos los oficios, muy extraños algunos, que debieron realizar personas que en su momento eran desconocidas pero que llevaban en su interior el sueño de publicar algún día sus historias y pensamientos, como un tal William Faulkner, Kurt Vonnegut y nuestro maestro Stephen King.
Y hasta
aquí, el post de hoy, en el Día del trabajador. ¿Qué han quedado muchos? ¡Por
supuesto! Pero la cosa se volvería interminable. Lo importante es recordar que
más de uno aprendió de primera mano, muchas de las historias que luego narraría
y nunca bajaron los brazos a pesar de que el éxito les fue esquivo, como el
caso de Melville que fue marinero y terminó cautivo de una tribu de caníbales
que lo vendieron a un barco mercante que pasaba por aquellas lejanas latitudes.
La experiencia la reflejó en un libro llamado Taipi: un edén caníbal, que también
llevado a la pantalla grande.
Espero
que les haya gustado y nos vemos la semana que viene lector incansable… a
comentar…
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