Un historia nocturna 3
Al otro día no se desanimó. Continuó buscando pero no había nada en que pudiera encajar: pedían un conserje de hotel con amplia experiencia o un técnico en aires acondicionados más joven que él por 10 años. Regresó al mediodía a su hogar.
— ¡Hola Papá! — lo saludó el hijo mayor.
— Hola Fernando. Traéme un vaso con agua bien fresco que estoy cansado — le dijo mientras se dejaba caer sobre la pequeña verja de entrada a su casa.
— Papá. Llamó un chica joven.
— ¿Ah sí? De seguro querían vendernos algo... espero que no hayan aceptado nada ¿verdad?
— No Papá. Dijo que era de la Consultora Sistémica y Asociados. Dice que te presentes en la empresa antes de las 18 para hacer los papeles del contrato de trabajo.
Casi saltó de alegría. Lo había logrado. Sus fuerzas habían vuelto de repente.
A las 17 horas se presentó en la empresa donde le informaron que en el Banco que estaba a solo unas 3 cuadras necesitaban un guardia nocturno. Empezaba a trabajar a eso de las 20 horas.
La primera noche, aquella mole de 30 oficinas lo intimidó un poco pero trató de hacer todos los rondines que pudo en una forma de expulsar a los fantasmas del sueño que rondaban sus párpados pesados. No quería quedarse dormido en el primer día de trabajo.
Fue un alivio ver la imagen del reloj que mostraba las 7 de la mañana, cuando el guardia que tomaba el turno diurno vino a tomar servicio. Se había sentido algo extraño durante la noche... como si escuchara voces. Pero debía ser nada más la sensación de estar solo, completamente solo en un edificio con 30 oficinas totalmente a oscuras salvo su puesto.
La segunda noche a eso de las 12 de la noche escuchó suaves pasos en el pasillo central. Se presentó e iluminó con su linterna cada puerta y cada recoveco. Nada. Bajó nuevamente a su puesto y no alcanzó a tomar su café. Otra vez eran los ruidos de pasos solo que ésta vez, parecían exagerados como los niños cuando marchan jugando a ser soldados.
Volvió y nada. Los ruidos misteriosos se sucedieron al menos 5 veces durante toda la noche. Por ser ta repetitivo debió consignarlo en el parte diario. Su supervisor después de leerlo le dijo mirándolo directamente a la cara.
— ¿Estás seguro de todo ésto?
— Completamente seguro Jefe. Se lo juro.
— Bien... Te digo que... ya había escuchado historias de fantasmas... pero nadie se había atrevido a ponerlo por escrito... la pregunta concretamente es... ¿vas a seguir en el turno nocturno?
— Necesito trabajar. Necesito el trabajo hasta que encuentre algo mejor.
— Bueno... tanto mejor... de ahora en adelante.... no escribas sobre ruidos y cosas así en el parte ¿sí? En todo caso, me lo cuentas personalmente.
— Como usted diga Jefe.
— Bueno... si no hay nada más... — puso ambas manos sobre el escritorio — Podes irte. Te espero a la noche... yo también me voy.
— ¡Hola Papá! — lo saludó el hijo mayor.
— Hola Fernando. Traéme un vaso con agua bien fresco que estoy cansado — le dijo mientras se dejaba caer sobre la pequeña verja de entrada a su casa.
— Papá. Llamó un chica joven.
— ¿Ah sí? De seguro querían vendernos algo... espero que no hayan aceptado nada ¿verdad?
— No Papá. Dijo que era de la Consultora Sistémica y Asociados. Dice que te presentes en la empresa antes de las 18 para hacer los papeles del contrato de trabajo.
Casi saltó de alegría. Lo había logrado. Sus fuerzas habían vuelto de repente.
A las 17 horas se presentó en la empresa donde le informaron que en el Banco que estaba a solo unas 3 cuadras necesitaban un guardia nocturno. Empezaba a trabajar a eso de las 20 horas.
La primera noche, aquella mole de 30 oficinas lo intimidó un poco pero trató de hacer todos los rondines que pudo en una forma de expulsar a los fantasmas del sueño que rondaban sus párpados pesados. No quería quedarse dormido en el primer día de trabajo.
Fue un alivio ver la imagen del reloj que mostraba las 7 de la mañana, cuando el guardia que tomaba el turno diurno vino a tomar servicio. Se había sentido algo extraño durante la noche... como si escuchara voces. Pero debía ser nada más la sensación de estar solo, completamente solo en un edificio con 30 oficinas totalmente a oscuras salvo su puesto.
La segunda noche a eso de las 12 de la noche escuchó suaves pasos en el pasillo central. Se presentó e iluminó con su linterna cada puerta y cada recoveco. Nada. Bajó nuevamente a su puesto y no alcanzó a tomar su café. Otra vez eran los ruidos de pasos solo que ésta vez, parecían exagerados como los niños cuando marchan jugando a ser soldados.
Volvió y nada. Los ruidos misteriosos se sucedieron al menos 5 veces durante toda la noche. Por ser ta repetitivo debió consignarlo en el parte diario. Su supervisor después de leerlo le dijo mirándolo directamente a la cara.
— ¿Estás seguro de todo ésto?
— Completamente seguro Jefe. Se lo juro.
— Bien... Te digo que... ya había escuchado historias de fantasmas... pero nadie se había atrevido a ponerlo por escrito... la pregunta concretamente es... ¿vas a seguir en el turno nocturno?
— Necesito trabajar. Necesito el trabajo hasta que encuentre algo mejor.
— Bueno... tanto mejor... de ahora en adelante.... no escribas sobre ruidos y cosas así en el parte ¿sí? En todo caso, me lo cuentas personalmente.
— Como usted diga Jefe.
— Bueno... si no hay nada más... — puso ambas manos sobre el escritorio — Podes irte. Te espero a la noche... yo también me voy.
¿Había hecho lo correcto con contarle todo al supervisor?
¿Y ustedes que opinan queridos lectores? ¿Fue la imaginación que le jugó una mala pasada a Raúl o sucedió todo de verdad? ¿Hizo bien en contar toda la verdad? En la próxima entrega, Dios mediante, sabremos el desenlace de ésta historia nocturna... porque... continuará...
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