Un historia nocturna 2
— ¿Te acordás del "Gordo" Crespo? ¡Qué personaje!
— Sí... dijo una vez que le gustaban las tapitas de los pancitos y todos les dejábamos las partes de arriba.
— Y no era zonzo. La parte de arriba estaba mejor cocida. Bueno... tengo que irme. Contáme.
— Y vine por el aviso y tomaron gente muy rápido.
— Sí... es que vino mucha gente... pero... esperá un segundo — se asomó al pasillo gritó un nombre — ¡Ana!
A los escasos minutos apareció la jovencita.
— Ana... por favor tomale los datos a éste hombre y ponelo primero en la pila de curriculums.
— Sí Doctor.
— Ah... y antes de las 12 por favor, llamá al banco para ver si necesitan a alguien para el puesto de guardia nocturno.
— Sí Doctor.
— Raúl... ¿cómo te va ser guardia de seguridad... nocturno?
— Bien. Es un trabajo como cualquier otro.
— No tanto... hay que estar atento toda la noche... dar rondas por aquí y por allá para no dormirse. Ahora cubrimos el de una fábrica, pero siempre nos piden a alguien par un banco... para un centro comercial... para un cementerio. Por eso te decía como te va ser guardia de seguridad nocturno porque hay pocas personas que quieren cubrir ése turno.
— Necesito trabajar... me echaron de la fábrica y en poco tiempo no me va quedar nada de la indemnización.
— Te entiendo. Vos dejá tus datos y yo voy a ver que te puedo conseguir. Me voy porque estoy retrasado para una reunión.
— Gracias amigo.
— De nada. Que sea por los viejos tiempos.
Raúl dejó uno de los tantas copias de sus curriculums y cruzó sus dedos para que aquellas frases de su amigo no sonaran huecas. Volvió a su casa con las manos vacías y los oídos llenos de promesas. Su mujer apenas le preguntó como le había ido. Solo se limitó a informarle que el almuerzo todavía estaba caliente... o tibio en el horno.
— Sí... dijo una vez que le gustaban las tapitas de los pancitos y todos les dejábamos las partes de arriba.
— Y no era zonzo. La parte de arriba estaba mejor cocida. Bueno... tengo que irme. Contáme.
— Y vine por el aviso y tomaron gente muy rápido.
— Sí... es que vino mucha gente... pero... esperá un segundo — se asomó al pasillo gritó un nombre — ¡Ana!
A los escasos minutos apareció la jovencita.
— Ana... por favor tomale los datos a éste hombre y ponelo primero en la pila de curriculums.
— Sí Doctor.
— Ah... y antes de las 12 por favor, llamá al banco para ver si necesitan a alguien para el puesto de guardia nocturno.
— Sí Doctor.
— Raúl... ¿cómo te va ser guardia de seguridad... nocturno?
— Bien. Es un trabajo como cualquier otro.
— No tanto... hay que estar atento toda la noche... dar rondas por aquí y por allá para no dormirse. Ahora cubrimos el de una fábrica, pero siempre nos piden a alguien par un banco... para un centro comercial... para un cementerio. Por eso te decía como te va ser guardia de seguridad nocturno porque hay pocas personas que quieren cubrir ése turno.
— Necesito trabajar... me echaron de la fábrica y en poco tiempo no me va quedar nada de la indemnización.
— Te entiendo. Vos dejá tus datos y yo voy a ver que te puedo conseguir. Me voy porque estoy retrasado para una reunión.
— Gracias amigo.
— De nada. Que sea por los viejos tiempos.
Raúl dejó uno de los tantas copias de sus curriculums y cruzó sus dedos para que aquellas frases de su amigo no sonaran huecas. Volvió a su casa con las manos vacías y los oídos llenos de promesas. Su mujer apenas le preguntó como le había ido. Solo se limitó a informarle que el almuerzo todavía estaba caliente... o tibio en el horno.
¿Habrán sido en vano las promesas de su antiguo compañero de colegio? Mañana o cuando Dios lo decida... lo sabremos... continuará...
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