MAR
Yo no conocía el mar. Nunca se lo dije a ella, pero quizás eso ya no importa. Ella se llamaba Marta y le gustaba hacer juegos de palabras con su nombre así que me dijo que la llamara Mar. Y fue eso... como un mar... llegó como una ola intempestiva que anuncia que la marea está subiendo... e intentó sepultarme con la espuma de sus frases divertidas y seductoras, como a esos pilotes de madera del muelle que desaparecen hasta la bajamar. Un día me convenció de viniéramos aquí, a éste lugar donde escribo los recuerdos de lo nuestro mientras las gaviotas me gritan incesantemente, como si quisieran que abandone el pasado a la deriva de la memoria o del tiempo para que lo arrastre con las corrientes profundas hacia las oscuridades abisales... Aquí en la playa nos besamos por primera vez, intentamos amarnos a la vista de turistas escandalizados y finalmente, aquí también me dejó un día confesándome que volvería con su esposo para darle otra oportunidad... Ahora conozco el mar... A escasos metros de dónde me encuentro, una célebre poetisa argentina se internó en el mar profundo para terminar con un terrible dolor... Ahora conozco el mar y lucho con ésa idea todos los días, de que ésa mole tranquila a veces, furiosa por momentos, me trague y todo el dolor desaparezca para siempre...
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