
Hermano Viento Siento tu caricia en mi rostro y pienso en las veces que te llevaste el humo y las cenizas de los desastres de los hombres. Hoy, limpiaste las pinceladas de gris del invierno para que mi madre pudiera seguir soñando con el sol desde su cama. También trajiste mil hojas secas a su patio para que dancen a tus órdenes quebrando el silencio. A veces creo que si tuviera fé como un grano de mostaza, abriría la ventana, aunque el frío me quiebre los huesos, y te llevarías su dolor. Un hombre santo decía "Hermano Sol, Hermana Luna". ¿Puedo yo, con todos mis pecados de hombre, llamarte Hermano Viento? * El hombre santo mencionado en el relato es San Francisco de Asís que llamaba de ese modo al Sol y a la Luna.